XIII
eris
mi única avla/
no sé
tu nombri/
Juan Gelman
extraído de´´Dibaxu``poemas en sefaradí.
¿De donde
nos viene esa necesidad compulsiva de nombrarlo todo?
Si podemos
nombrarlo lo vivimos. Si no; parecería, podría ser, quizá tal vez
y así todas las formas de negar porque no hay un nombre de por medio. Conocemos
a alguien preguntándole el nombre y es lo primero que olvidamos.
El nombre
hace las veces de un anzuelo, nadamos anónimos en el río interior hasta que
alguien dice nuestro nombre y salimos a la superficie a darle forma, cara e
historia a ese nombre, en vez de mostrar las manos mojadas para que el otro
sepa de donde venimos, si de agua dulce o del mar.
Cuando vi
terminada esta pintura, sin pensarlo demasiado supuse que se llamaba o que se
llamaría ´´cabecita loca`` ¿Por
qué? Quien sabe, aunque al rato sabía
que faltaba algo, no era cuestión de quitarle el nombre que había surgido naturalmente, normalmente tardo
mucho en ponerles uno si es que lo hago, a veces la seña de identidad de una expresión consiste en no tener identidad, pero esta vez si, es
´´cabecita loca o el soldado japonés que se rindió 29 años después del fin de
la guerra``. ¿Un poco largo ? apenas.
Cuando se me
pasó la risa vino la pregunta, de donde viene esto, hace unos años lo había
visto en un libro muy particular de Gregorio Doval: El libro de los hechos
insólitos, un caleidoscopio de todo tipo de rarezas o episodios desconocidos desde
que el ser humano nombra las cosas y al inventario mas o menos detallado con las omisiones de turno, que llamamos historia. Jugando con la volatilidad
de los nombres apareció un vínculo con esta
otra pintura que se llama ´´ s/t x ahora``
difieren dos años una de la otra en hechura y además esta última junto a
otras dos forman una pequeña serie que quizá aun no haya terminado.
Yo canto.
No es invocación.
solo nombres que regresan.
Alejandra Pizarnik
Hiro Onoda se llama (hasta hoy creo) el
soldado Japonés que combatió en Filipinas contra la embestida de Estados unidos
de Norteamérica (menos México) en esa isla luego del ataque japonés a la base
de Pearl Harbor en Hawái. Estaba duramente entrenado en tareas de inteligencia y sabotaje,
desconfiaba naturalmente de todo estímulo
o señal que pudiera entrañar una emboscada y por eso mismo aunque tuvo
en sus manos más de una vez papeles arrojados desde aviones anunciando el fin
de la guerra supuso que se trataba de una
trampa , continuó escondiéndose y matando al enemigo (campesinos a los que
creía cómplices o sometidos por el ejército invasor) . Luego de casi 30 años se supo de él, primero
por un grupo de turistas que lo vieron y establecieron algún contacto y eso
llegó a oídos de las autoridades Filipinas que con ayuda de uno de sus
compañeros de misión que había desertado anteriormente lo fueron a buscar y así
finalmente depuso las armas y claudicó en una guerra
ya inexistente.
Hiro Onoda vivió una vida deteniendo a diario el instante de su paso a la clandestinidad, al igual que los seres de esta pintura, dejaron el reloj de arena en posición horizontal.
El primero por su necedad y adiestramiento, los segundos por el antojo arbitrario de ponerles un nombre.
Hiro Onoda vivió una vida deteniendo a diario el instante de su paso a la clandestinidad, al igual que los seres de esta pintura, dejaron el reloj de arena en posición horizontal.
El primero por su necedad y adiestramiento, los segundos por el antojo arbitrario de ponerles un nombre.
R.C 2013